Nota: este texto no toma en cuenta los debates teóricos sobre el género “novela policíaca o literatura negra, entre otros nombres”, ni la pretendida inferioridad con el clasicismo literario. Muchos textos, tesis y libros sobre este tema “interminable” están “disponibles”. Esta crónica pretende mostrar una visión personal de la transformación y evolución del género desde su inicio hasta la actualidad. Resume las innovaciones para cubrir los complejos problemas derivados del consumismo masivo, el poder, la corrupción y las oscuras desviaciones económicas.
Como investigador y lector asiduo (y antiguo) de este género literario, identifico al menos cuatro períodos desde sus inicios hasta la post globalización actual:
1. Primer período (tal vez), que comienza con la publicación del cuento “Los asesinatos de la rue Morgue” (Edgar Allan Poe, 1841), en un inicio que se caracterizó por tramas muy simples, fundamentadas en la lógica analítica de los hechos que rodean un crimen (crimen-crimen, no como entendemos hoy), resueltas por apasionados detectives;
2. Un segundo período, entre las dos guerras mundiales del siglo XX, que incluyó la escuela británica y la estadounidense. La línea inglesa, representada, entre otros, por Conan Doyle y Agatha Christie, era caracterizada por ser de tipo enigma romance, con la figura del detective aficionado, cerebral y científico, que resuelve crímenes en lugares refinados (salones de casas de campo, talleres del clérigo o de académicos de Oxford). El enigma, a veces algo artificial y repetitivo, tenía una trama que daba ritmo/suspenso hasta que las deducciones del inteligente detective acababan descubriendo (siempre) la identidad del delincuente infractor. Para consternación de los lectores, esto siempre sucedía en las últimas páginas de la novela.
En la línea norteamericana, Dashiell Hammett y Raymond Chandler crearon lo que se conoció como ficción noir, mucho más realista, general y cotidiana. Los brillantes detectives aficionados fueron reemplazados por investigadores privados, fuera de los estándares tradicionales y con licencias temporarias. La mayoría de ellos eran solteros (o en continuas confusiones), solitarios, duros e independientes. Las historias mostraban la marginalidad y sus redes en guetos llenos de traficantes, criminales, oportunistas y policiales decadentes. Además de resolver el crimen, estos héroes tuvieron que enfrentar el contexto económico, pagar el alquiler, la pensión alimenticia, comprar el whisky más barato y sus solidarios cigarrillos.
La narrativa tenía escenarios como la corrupción, el miedo y la crueldad, y este realismo hizo masivo el género con muchas producciones de bajo costo (ediciones más pequeñas llamadas Pulp o Hard-Boiled). La calidad literaria de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, sin embargo, era notoriamente superior por las tramas inteligentes, y con narrativas de buen ritmo en el transcurso de las investigaciones, condimentadas con toques de sensualidad y diálogos irónicos. El misterio siempre se resuelve en primer plano, de forma gradual, maximizando escenas bien escritas, mostrando el drama con un estilo vibrante, sin la fatigante frecuencia dialéctica que normalmente sigue a la concatenación de circunstancias. Chandler y Hammett supieron disminuir la escritura desigual, optimizando la prosa necesaria para cada personaje, cada escena, con un toque fresco, divertido, repentino y motivador. Crearon a los enigmáticos e imperturbables protagonistas: Sam Spade y Philip Marlowe, los mejores personajes del género (para mí, claro) que, a partir de ese momento, pasó a ser conocido como “romance policial o novela negra”.
El éxito extrapoló la producción literaria y los textos se adaptaron al cine y a la televisión. Philip Marlowe se convirtió en una figura constante en las películas de Hollywood noir y en las series de televisión de alto perfil. Raymond Chandler vio crecer su escuálida fortuna con guiones para Paramount y se hizo famoso por su trabajo en guiones, cuentos, cartas y ensayos. Hoy es considerado uno de los principales referentes sobre el arte de escribir y, otro súper escritor, John Banville (Irlanda) en 2014, después de complicadas negociaciones con los pocos herederos de Chandler (un “alone” de marca registrada), escribió La rubia de ojos negros. Esta obra debe reaparecer pronto en la pantalla (léase Netflix-“and the like”), como “Marlowe” , pero con Marlowe de 65 años (están buscando al actor adecuado).
3. El tercer período tiene lugar durante la llamada “guerra fría”. Por un lado, hubo mucha discusión teórica sobre la calidad del género y provocó una marcada disminución en el número de publicaciones, a excepción de la buena producción de Phyllis Dorothy James. La declinación del interés por las novelas en la línea policial tradicional dio lugar a historias de espionaje, que acompañaron los cambios en el mundo, en esa época. En América Latina, es muy raro encontrar autores de literatura negra anteriores a la década de 1970. Tal vez, han permanecido ignorados por completo, no aparecieron o simplemente jamás fueron publicados; sin embargo, algunos autores se adentraron en este seductor género, entre otros: Jorge Luis Borges y Ricardo Piglia (Argentina). Fuera de Latinoamérica: A sangre fría, de Truman Capote (EUA-1966) y, destacado, El nombre de la rosa (1980), de Umberto Eco. Esta última novela puede considerarse un referente de la llegada de nuevos subgéneros, en particular, la novela histórico-policial, con una trama de misterio.
4. Un cuarto período, a finales de 1980 que, caracterizado por grandes multitudes- concentraciones urbanas, originaron el nacimiento de nuevos tipos de crímenes, donde actúan grupos marginales, mafias, milicias y especuladores, todos al son del consumismo exacerbado. La mayoría de estos nuevos (otros tipos) crímenes, hasta entonces poco conocidos, comienza a ser desvelado en redes sociales, comunicaciones y aplicaciones globalizadas, ahora debidamente difundidas. En este momento se establece un fuerte debate sociopolítico y judicial en torno de los negocios oscuros, fraudes, exceso de poder, problemas raciales, sociales, tráfico de inmigrantes, religiosos, pedofilia, e incluso informaciones falsas, distribuidas en redes sociales (fake news).
El género se transforma, por lo tanto, en un muy distinto tipo de literatura, más bien “negra”, donde los autores se debaten en un vasto mundo de opciones y donde el “nuevo” detective ahora surge, disminuido, en un segundo plano. Aparece ayudando a secretarios, fiscales o periodistas interesados en revelar crímenes no tradicionales que caracterizan el moderno inframundo criminal. Hoy, nuestro “power” detective aparece como una metáfora para lectores y escritores frente a esta nueva ficción narrativa contemporánea, caracterizada por su intertextualidad ostensiva y, principalmente, por la metaficción.
Muchos escritores de particular sensibilidad en el análisis de estos rápidos cambios actuales, han contribuido con mucha calidad literaria en esta transformación del ritmo del querido género negro, entre otros: John Banville (Irlanda); Karl Stig-Erland “Stieg” Larsson (Suecia); Leonardo Padura (Cuba); Élmer Mendoza y Paco Taibo II (México); Horacio Castellanos Moya (Honduras); Claudia Piñeiro (Argentina); Alicia Giménez Bartlett (España); Luiz Alfredo García-Rosa, Raphael Montes, Rubem Fonseca, Edyr Augusto (Brasil); Pierre Lemaitre (Francia); Anne Holt (Noruega); Arnaldur Indriðason (Islandia); Henning Mankell (Suecia); Ian Dennis Lehane (Estados Unidos); Matti Rönkä (Finlandia); Ian Rankin (Escocia).
Por su carácter multifacético, relevante y globalizado, estos temas fueron y son fuentes de estudio de historiadores, científicos, sociólogos, antropólogos, intrusos (como yo), políticos y expertos en relaciones internacionales. Hoy, diversas disertaciones y tesis cuentan con nuevos grupos de escritores, periodistas de investigación y reportajes multimedia, para este vertiginoso ritmo de lo “negro” de la vida moderna. Estas nuevas producciones (para mi suerte) se diversifican y son objeto de festivales literarios, series (TV, streamings, aplicaciones multimedia), novelas thrillers, películas y documentales de alto nivel.
Nino, mayo de 2021
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