Se filtró la noticia de que habría una reunión importante en la OMS (Organización Mundial de la Salud), en el consejo de asuntos de género, donde se debatiría una enmienda sobre la revisión de la nomenclatura (clasificación) actual entre los hombres nuevos, del nuevo milenio en adelante. Se discutiría una propuesta de redefinición del concepto de hombre, incorporando la clasificación del hombre pollerudo, entre sus edades adulta y adulta mayor.
1. El ponente era el fiscal y secretario del evento, un señor delgado, bien vestido, elegante y muy alegre, quien advirtió del crecimiento exponencial del porcentaje de pollerudos en el mundo. Este hecho estaría causando preocupaciones en la salud, economía y política, debido al aumento del consumo general, del sedentarismo, alienación, de enfermedades asociadas y de una enorme apatía generalizada de la raza humana masculina.
Explicó que el término pollerudo era muy utilizado en Sudamérica y que sería definido como aquel hombre que se esconde detrás de la falda de mujer, también llamada pollera, al igual que los niños con sus madres, haciendo de este rincón un escondite. En la edad adulta, caracteriza a la especie hombre, que está dominada por el contexto de su nueva vida de casado y su pareja-esposa, y que en la oscuridad añora los tiempos de libertad, de las pololas mil, examantes, fiestas y carretes.
Manifestó que los hombres pasaban de la tranquila niñez a la adolescencia: muchas peleas, correr, reír mucho, tener pololas o casi-pololas y algunos registros de ocasionales atraques. En esta edad, la mayoría de esas actividades terminaba fatalmente en continuas masturbaciones.
En la adolescencia mayor, su educación formal normalmente se suspende en el liceo cuando pasan a moldear sus cuerpos, juegan fútbol, beben bastante, “carretean” en los “findes”, se tatúan, van a modernas barberías al estilo de las peluquerías fashion de mujeres. Tienen amigos de interminables asados, comienzan a fumar de todo y consiguen, finalmente, experiencias sexuales. En esta edad, se creen dueños del mundo y empiezan a trabajar en bancos o en el sector productivo; se sienten modernos, escuchan y bailan frenéticos ritmos; dominan bien las redes sociales, compran celulares de moda, mandan divertidos memes y fotos coloridas, visitan websites y bajan diversas aplicaciones.
But, de la nada aparece una mujer de insinuantes miradas, con curvas sinuosas e interesantes; descubren afinidades semejantes y bailan apretado, con alegres contactos. Pasan a ser amigos con ventaja, luego se comprometen y orgullosamente anuncian su casamiento, jurando y prometiendo lo mejor, ahora en un nido común.
Pasadas las locuras de los gastos en la fiesta del casamiento, al cual asisten vecinos, amigos, familiares y los paracaidistas de turno, van a vivir a un departamento conseguido gracias a sus ahorros mutuos, contribuciones de parientes de cabeza blanca y el apoyo de una lejana tía solterona. Luego de algunas semanas, descubren que en la vida-rutina de casado otros verbos nuevos comienzan a circular: compartir, ceder, silenciar, aceptar, pagar, olvidar, callar, agachar (“sentar cabeza”) y portarse bien.
Inician una vida feliz y se juntan con otras parejas similares en fiestas, cenas; van a restaurantes, salen de vacaciones y, de repente, nace la hija; en ese momento, descubren que la vida cambia. Tienen que cuidar a un perro y a un gato, hay que pagar las cuotas del auto, programar los gastos de cumpleaños, celebrar al Viejito Pascuero, el día de la madre, del padre, del niño (a), etcétera. Se vienen los gastos en un televisor de pantalla plana con decenas de pulgadas, como esa linda del vecino, cambiar los celulares, comprar auto, un computador y, principalmente, ese súper refrigerador que “escupe” hielo y te ofrece agua fría. Hay que llenarlo con comidas marca chatarra, unas pocas verduras, frutas, jugos Tang, miles de cervezas y vinos “cartonajes”, Coca-Cola Zero y un poco de leche. Una cocina llena de espacios para sopaipillas, marraquetas, colizas, hallullas, dobladitas, amasado, tortillas con y sin chicharrón, churrascas del sur y que vivan los glicéridos.
De repente, como en el ajedrez, el hombre se siente en jaque; los días de intensa movilidad y los divertidos carretes con los amigos se han terminado. Disminuyen los paseos, cines, bares, arrancadas a la playa (ahora es con la suegra), se pierden los partidos de fútbol, nuevos tiempos. En este momento ataca el vil estilo de vida sedentario, la barriga crece y, de repente, y sin darse cuenta, la rutina (esa para valer) entra en su agenda. Ahora escucha atento a su esposa hablar más alto, exigiendo un mayor presupuesto para cubrir los gastos del hogar, incluyendo asaditos familiares, su peluquería, las uñas y la escuela de la niña. Al dormir su esposa, con cara angelical, le recuerda que se viene el domingo y la consabida visita de su suegra, para el almuerzo. Su primera reacción es guardar silencio para luego hacer los cálculos de estos nuevos gastos y compararlos con sus escuálidos ingresos.
Sus amigos del barrio, los compañeros de la pega y del equipo de fútbol, lamentan y comentan su ausencia en los bares, en los asaditos, le echan la culpa a su mujer y comienzan a llamarlo pollerudo, y otros, calzonudo.
Según el delegado de la OMS, estos son los motivos por los cuales los pollerudos se desmotivan, no están más actualizados de las cosas importantes, ya no leen nada y repiten confusas ideas políticas de sus cercanos o las de la televisión o Internet. En las elecciones votan por el que “tuitea” más o por el que aparece mejor maquillado, en los outdoors o en la televisión. Su salud empieza a empeorar: fuman más, beben más, duermen menos y roncan más, ya no corren ni trotan, apenas llegan al suelo, no “comparecen” horizontalmente y, allí, sus mujeres reclaman y les piden “hacerse ver” por un médico.
En función de todos estos antecedentes, este ilustrísimo fiscal propone lo siguiente:
· La inmediata inclusión de los pollerudos en la nueva clasificación de la OMS, o sea, hombres-hombres y hombres pollerudos
· Una recomendación de una acción urgente para disminuir importantes problemas como los aumentos de ansiedad, obesidad, estupidez, alienación, pues el conjunto de estas enfermedades puede llevar a este nuevo hombre al suicidio.
2. El público observaba atento la discusión entablada cuando desde el fondo de la sala se levanta, enojado, un miembro “comisionado” de espesos anteojos, con un abultado abdomen, calvo y con varios años en el cuerpo. Se manifiesta en total desacuerdo con lo expuesto por el notable fiscal, exclamando:
“En primer lugar, la moción tiene una clara connotación machista y el adjetivo de pollerudo no pasa de ser una manera irrespetuosa contra un sujeto normal, masculino y jefe de familia. Numerosos psicólogos y sociólogos han concluido que el calificativo de pollerudo resulta de una concepción peyorativa de la masculinidad, desde los tiempos cuando el hombre era quien mandaba en la casa y no dejaba espacio a la mujer. Acusar a alguien de pollerudo, en este sentido, es un intento de volver al machismo puro, sin dejar lugar a las justas reivindicaciones feministas”.
“Por otro lado, ser pollerudo puede parecer negativo, pero muchos han aceptado esta condición de dar espacio a su mujer, porque encuentran que hay mucho que perder si ellos comienzan con ácidas discusiones que pueden culminar con un riesgo de salir y quedarse solos. De hecho, ellos se sienten afortunados de tener una pareja, una incondicional amiga y una protectora, a toda prueba. Por ello, y no por ser sometido o pollerudo, le cuentan a su esposa absolutamente todo lo que hacen, los lugares donde frecuentan, los horarios y con quién andan. Además, comen bien, tienen ropa lavada y los esperan diariamente sus pantuflas para sentarse a ver la pantalla plana de la televisión”.
3. El presidente de la sesión, un poco extenuado ante esta situación y después de recibir, on-off, una nota de la platea que cambiaba la determinación más controvertida, declaró la votación suspendida. Llamó a todos a una mayor reflexión sobre el tema, consultar y discutir en sus respectivas familias esta importante problemática.
La nota decía: “Existe otra fracción de estos mal llamados pollerudos, a los cuales esta nueva clasificación los favorecería en sus maliciosas y secretas estrategias. En otras palabras, este grupo estaría dejando que la mujer comande los hilos en casa para obtener una valiosa y oculta segunda intención. Socarronamente, ellos estarían teniendo acciones externas (off the record), viviendo un inadvertido álter ego, una doble personalidad y con una vida sentimental paralela”.
Nino
Mayo de 2021
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